jueves, 23 de abril de 2009

¿Estamos dispuestos a compartir el conocimiento?

Nicolás Gopérnico Galileo Galilei


"El conocimiento no sirve, si no se aplica”. (Goethe)


Cuando me conecto al ordenador y a través de la pantalla accedo al espacio virtual, pienso en la gran magia que hacen las nuevas tecnologías.

Este pozo sin fondo, que es el espacio virtual, es posible gracias a los desarrollos que en 1973 comenzó el Departamento de Defensa de EEUU en su Agencia de Programas Avanzados de Investigación y que dio lugar a la red ARPAnet y a los desarrollos del World Wide Web en 1989 del inglés Timothy Berners-Lee. Estos son los pilares de Internet, que permiten mediante avanzados sistemas de comunicación, interconectar redes de ordenadores y consecuentemente acceder a sus bases de datos.

Este principio tecnológico ha dado lugar en multitud de empresas, a la creación de redes internas, Intranet, en las que la información de sus bases de datos corporativas esta disponible para el uso exclusivo de los miembros de la Organización.

En este contexto quiero hacer unas reflexiones acerca de cómo en muchas empresas se ha sublimado la información y se ha derramado en forma de conocimiento a través de su estructura organizativa. Este proceso no ha estado exento de dificultades. Las Direcciones de las empresas además de hacer frente a las inversiones adecuadas, para disponer los recursos técnicos necesarios, han tenido que organizar medidas encaminadas a la motivación del personal, reticente inicialmente a dejar parte de su conocimiento y experiencia en la red:
Resistencia al cambio.

Es humano querer retener la información y que lo que sabemos no trascienda más allá de nuestro ámbito personal. Somos celosos de nuestros conocimientos y experiencias profesionales y egoístamente pensamos que perdemos poder y/o estatus si son conocidos por otros.

En una empresa las personas, en el ejercicio de su función, generan una ingente cantidad de información. Desde la aparición del ordenador personal y su disposición en el puesto de trabajo, hay almacenados en ellos, multitud de proyectos, estudios, informes, experiencias, etc.

¿Se derrama este conocimiento local a través de las organizaciones? Si la empresa es de ámbito internacional, ¿por qué, un ingeniero en Kuala Lumpur que se enfrente a un proyecto por primera vez, tiene que empezar de cero, si el mismo proyecto o parecido ha sido ya resuelto por otro ingeniero de la empresa, que tiene su puesto de trabajo, por ejemplo en Estocolmo? ¿Por qué estar siempre inventando la rueda?

Para poder compartir este conocimiento hay que empezar identificando aspectos, como la potencia cognoscitiva, las habilidades, la experiencia y la capacidad de automotivación de los componentes de la Organización.

Será necesario además, disponer de la estructura organizativa adecuada, para transformar el conocimiento disponible en conocimiento susceptible de ser utilizado por otros. Hay que integrar informaciones de distintos orígenes y hay que vigilar la validez de los conocimientos, ya que éstos, no son estáticos y están evolucionando continuamente.

El conocimiento, mal puede compartirse, si el que lo posee no tiene la voluntad de facilitarlo. También existe el caso inverso. Algunos desestiman los conocimientos y experiencias de otros, solo porque no son ellos los inventores y están dispuestos a inventar otra vez la rueda. De aquí que sea necesario disponer un sistema de motivación en ambos casos, para romper estas dos barreras. Un sistema que recompense de alguna forma tanto la aportación de experiencias, como la utilización de las ya registradas.

La cultura de empresa, afecta a la Gestión del Conocimiento. Son necesarias unas buenas relaciones entre todos los miembros, una mentalidad abierta, para que se implante con éxito compartir el conocimiento. En definitiva, debe existir en la organización una cultura dominante, con la que se identifiquen la mayoría de sus miembros. Deben ser conscientes de pertenecer a una organización extensa y no solo identificarse con su tipo de trabajo o clase de conocimientos.

Siendo el conocimiento, después de las personas, uno de los activos más importante en cualquier colectivo humano, es necesario hacer un esfuerzo para adquirirlo, representarlo, conservarlo y administrarlo. Para ello, siempre habrá pues, que dedicar recursos humanos y técnicos. La Gestión del Conocimiento tiene pues, unos costes, pero no hacerlo cuesta más. ¿Podemos decir cuanto cuesta el que un empleado no sepa contestar en un momento determinado a un cliente? ¿O, que por falta de conocimiento suficiente, tome una decisión equivocada?

En nuestros estudios de Humanidades utilizamos con toda naturalidad, plataformas, foros de discusión, grupos virtuales de trabajo, correo electrónico, etc. que contribuyen a que se derrame el conocimiento y todos podamos empaparnos y beneficiarnos de él. Pero esto ha sido posible, además de a los desarrollos técnicos, a un esfuerzo de la voluntad para vencer la inercia que se resiste al cambio, a soltar algo con lo que nos encontramos seguros, sin antes habernos afianzado en lo nuevo.

Yo sigo maravillándome cada vez que me conecto al ordenador y veo como en la pantalla aparecen suspendidos textos, dibujos, sonidos, imágenes, etc. Todo ello en un soporte único, en forma de ceros y unos, y a través de circuitos, redes, servidores, aparecen milagrosamente ante mi vista.